APRENDIENDO A LEER, AUTOBIOGRAFÍA DE CARLOS
ALBERTO CUELLO CEPEDA
REPETIR, REPETIR Y REPETIR
El subtitulo con el cual empiezo mi autobiografía, se
relaciona mucho con mis intenciones iniciales de aprender a leer, ya que jamás
podré olvidar aquellas tardes en las que
después de llegar del colegio y tomar el descanso correspondiente, mi mamá insistentemente
me llevaba de la mano por el “mundo de las letras” para que practicara mi forma de leer y de percibir las formas
del mundo que me rodeaba (afortunadamente hoy en día lo sigue haciendo); en su
experiencia como docente de la vieja escuela, ella insistía en que la labor
debía estar concentrada en la repetición de oraciones que en la mayoría de los
casos no tenían sentido; repetía y repetía sin entender o analizar los
contenidos, sin elaborar procesos mentales como los que realizan los loros al
imitar la voz humana, sin embargo, ese hecho de repetir significaría el punto
de partida en la comprensión de mi pequeño mundo, mi mundo interior y exterior
que se fundía en la más absoluta complicidad de mi sentir y de mi ser.
Mi padre por su parte, abogado de profesión y docente de
Derecho de la Universidad La Gran Colombia, contaba en su haber con un sin
número de códigos y libros propios de su quehacer diario y que conformaban parte
de la biblioteca de la casa. En alguna parte de ese mueble de madera había
espacio para mi, ese espacio lo conformaba una colección de libros para niños
que se llamaba “MIS PRIMEROS CONOCIMIENTOS”; recuerdo la pasta roja y dura y
las ilustraciones que hacían volar mi mente y mi imaginación, encontraba
algunas de las respuestas a mis inquietudes infantiles y me adentraba a la luz
de lo que se podría denominar conocimiento.
Cursaba el grado primero y el texto guía que los curas
del colegio Agustiniano de la Candelaria imponían para aprender a leer era el “LIBRO
SEGUNDO DE LECTURA” del Señor Alfredo M. Aguayo-que en este momento no se quien
es- texto que conservo como recuerdo de mi infancia libre, esa infancia sin
ataduras ni preocupaciones y que considero como mi invaluable tesoro. En sus
hojas, aunque viejas y amarillas, huella implacable del paso del tiempo, aún
leo todavía poemas, cuentos y fábulas como la de Esopo titulada “la cigarra y
la hormiga”:
“Mientras
duró el verano, la cigarra no dejó de cantar. Llegó el invierno, el pobre
bichito sintió hambre y fue a pedir a la hormiga un granito de arroz.
-¿Por
qué no guardaste provisiones para el invierno?- le preguntó la hormiga.
-Tenía
mucho que hacer. Cantaba y cantaba sin parar un momento.
-¡Hola!-replicó
la hormiga-. ¿Con que cantabas? Pues ahora que yo como, ¡ponte a bailar!
Cuando estamos prósperos debemos
prepararnos para los malos tiempos.”
LA OBLIGACIÓN
En la secundaria, el acto fantástico de la lectura se
transformó en la tarea impuesta por currículos que no tenían en cuenta las
necesidades reales de la juventudes, esa juventud que se ve afectada por las
influencias de la vida, los primeros amores, el encuentro con la sociedad, el
conocer la vida; tantos hechos a la vez hicieron que la lectura fuera remplazada
en su esencia intelectual y se viera como un acto meramente académico.
Finalizando esa etapa de mi vida, tuve el placer de
conocer a través del currículo impuesto a nuestro único premio Nobel, al genial
Gabriel García Márquez y su “Realismo mágico” mediante la obra “CIEN AÑOS DE
SOLEDAD” y las múltiples interpretaciones que le pudimos dar al mensaje y a la
intención del autor. En ese momento comprendí que tenía juicio propio y que
podía escoger y decantar lo que leía.
EL MUNDO REAL
Al enfrentar la vida y su afán, se me olvidó la
importancia de la lectura, pudo ser por las múltiples ocupaciones (empleo,
universidad, familia, más todas las excusas posibles) o simplemente por el
hecho de limitarla a su uso cotidiano. Perdí años valiosos de placer cultural y
literario, que equivocado estaba, me doy cuenta que tenia y tengo todo por
aprender; leer un texto, comprenderlo y plasmar las ideas que sobre él se tienen
en un papel o en una pantalla no es tarea fácil, es algo a lo que me he venido
enfrentando toda la vida y sobre todo desde el inicio de esta carrera.
Ahora, la caja de Pandora se abrió de nuevo y empiezo la
construcción de un nuevo camino, el camino de la lectura, esa lectura que debe
ser objetiva, placentera y sobre todo enriquecedora y que de una u otra forma
será el medio para llegar a mis futuros estudiantes con el fin de dejarles algo
valioso, algo que solo se puede hallar leyendo y es sencillamente la
posibilidad de soñar.


Carlos para seguir por esos caminos de la posibilidad de soñar mirate este blog
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